13 de julio de 2010

¡Puestos a parodiar, de los hombres... mejor no hablar!

No, no lo decimos nosotras -las mujeres en general-, lo dice Juan Ruiz, arcipreste de Hita y autor del Libro de Buen Amor que se estudia estos días en las sedes que conforman el Campus Centro de la UNED. Hoy han estado en Segovia y allí, con un patio central que bien podría trasladarnos al medievo, han desgranado los cánones de belleza que imperaban en la época. Auténticas 'fashion victim' había ya entonces, pues conseguir ser la mujer perfecta, lejos de lozanas serranas de orejas mayores que de añal burrico o narizes muy gordas, luengas, de çarapico, no debía ser tarea fácil.

18 rasgos agrupados en series de tres de lo que sería la belleza femenina ha enumerado el profesor Miguel Ángel Pérez: largos deberían ser el cuello, las piernas y los dedos; blancos el cuerpo, los dientes y el blanco de los ojos; negros los cabellos, las cejas y los ojos; rojos los labios, las mejillas y las encías; pequeñas la boca y el pie y anchas las caderas, la espalda y la frente. Es decir, que como bien reza el titular de la noticia, ¡600 años de vigencia nos contemplan!

Seguro que todos estos requisitos los cumplían algunas de las visitantes de Sigüenza, ciudad que, un año más, ha celebrado sus jornadas medievales. Un encuentro en el que historia, literatura y romance cabalgan al compás de sones de otros tiempos.

De belleza femenina también han disertado en Palencia, donde se desarrollan las jornadas en torno al Retrato de mujer leyendo. Y es que una mujer que lee es siempre una mujer bella, aunque la imagen que nos han llegado sobre ella ha sufrido numerosas transformaciones a lo largo de la historia, tal y como ha expuesto hoy la profesora Victoria Soto. Los asistentes a su conferencia pudieron contemplar gráficos que comprenden el aprendizaje femenino, los peligros de las novelas, la mujer ensimismada y la lectura interrumpida.

Itziar Romera

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